SEXus SEXus

La forma en la que nos tocamos, en la que disfrutamos, follamos y nos corremos, está interseccionada, condicionada por la época en la que vivimos; por las modas, por la cultura,  por el porno que existe y que vemos. Por las películas, la moralidad, la publicidad y el tejido social que habitamos. La forma en la que hablamos de sexo, de placer y si podemos o no hablar de ello, también depende de todo este entramado. Esto no es nada nuevo, pero pienso que a veces se nos olvida. 

 

Se nos olvida revisarnos, tanto individual como colectivamente, se nos olvida dar lugar al cuestionamiento, a la posibilidad de nuevas creatividades, formas y espacios dentro de las sexualidades. Y con esto no quiero decir que tengamos que inventar cosas nuevas, meter más juguetes sexuales o fantasías varias (cosa que también hacemos). Con esto quiero decir poder volver al cuerpo, a nuestros sentires, a reconocernos, conectar con nosotras mismas, investigar sobre aquello que nos gusta, que nos mueve, que nos da placer. 

Qué límites necesitamos y qué bailes queremos en cada momento. Conocernos desde el movimiento, desde el cuerpo, las emociones y la mente. Desde la experimentación, el probar. Observándonos y permitiéndonos ponernos en el centro de nuestras vidas. 

El sexo, el placer, la expresión de éstos y cómo los manejamos tiene mucho que ver con la sociedad en la que estamos situadas, con la tecnologia disponible, los discursos, significados y tiempos. También tiene relación con las formas de comunicarnos, con cómo se estructura nuestra mente y nuestra vida.

¿Qué ocurre con nuestros placeres en una sociedad en la que todo es accesible en solo un click? ¿En la que el tiempo parece que cada vez va más deprisa y en la que hay estimulación de forma constante y por todos lados? ¿Cómo los vivimos? ¿Cómo nos masturbamos? 

Palabras como rapidez, intensidad, incrementar el placer, orgasmos en el mínimo tiempo posible, tecnología revolucionaria, más en menos tiempo; son mensajes, palabras que llenan los espacios de discursos publicitarios inyectándoles fuerza y poderío con palabras como empoderamiento, feminismo o autonomía, para vender. Vender productos bañados en discursos reivindicativos para entrar por la puerta grande en lo más íntimo de nuestras cuerpas, de nuestras vidas y emociones. Para entrar en nuestros cerebros a través de nuestras vaginas, a través de nuestros clítoris. Haciéndoles vibrar y absorviéndolos con aparatitos de plástico por y para la independencia de nuestros placeres. 

El sexo, el placer, las coreografias eróticas también tienen una estética concreta, una estética fotográfica y de movimiento que nos influye en el momento de expresar nuestros placeres. En la época de instagram, de tik tok, de tinder…importa cómo salimos en la foto y en el video. Importa cómo me veo, qué gestos hago en la calle y dentro de las sábanas. Todo este tejido de mensajes y patrones que nos rodean, pueden darnos mucha creatividad pero también dificultar la vivencia de sexualidades libres y saludables.

Y si a eso le sumamos nuestros miedos, nuestras historias de vida, nuestras propias vivencias y nuestras mochilas…tenemos un buen entramado por desenredar.  

Os invito a parar, escucharnos y reflexionar. 

Sabemos que nos gusta el satisfyer. Y no queremos dejarlo. Lo sabemos y no lo vamos a hacer. Pero también sabemos que el satisfiyer nos genera los orgasmos en un click, y eso nos mola, y a veces nos es muy útil y satisfactorio. También nos empodera. 

Pero también estamos viendo que la misma velocidad y facilidad que nos puede generar los orgasmos, también nos puede dificultar el obtenerlos de otras maneras si no diversificamos nuestras prácticas.

Y sin darnos cuenta, reproducimos en todos nuestros ámbitos esta idea de la inmediatez, de dependencia de lo externo. Esta idea de obtener las cosas al momento, en un click, sean orgasmos, relaciones o la compra del super.

También consigue calar hasta lo más profundo de nuestras mentes y emociones, empapando la gestión que hacemos de ellas, nuestros patrones mentales, llevándonos a no soportar los procesos que requieren tiempo, a no dar espacios para que las cosas sucedan, se creen, sanen y transformen. 

 

Y me diréis que sólo son orgasmos, que sólo es sexo. Pero pienso que todo es un gran tejido que se conecta y retroalimenta por todas partes. Y que necesitamos empezar por algo para romper con este círculo de crecimiento veloz que no termina y que nos aleja de nosotras mismas. Y el sexo, el placer, el cuerpo.. me parece un lugar maravilloso para y por dónde poder empezar. Ya que es un lugar de encuentro de nosotras mismas, un lugar en el que converge tanto lo íntimo como lo político. Por eso me parece un lugar potente para poder generar cambios, cambios que aumenten nuestro bienestar, tanto individual como colectivo. 

 

Por eso, es interesante que podamos dedicarnos tiempo, explorar nuestras cuerpas, nuestros deseos, nuestros placeres. Es interesante darnos espacios para afrontar los miedos, culpas y tabús. Navegar por la profundidad de nuestras almas y poder abrazarnos desde dentro. Y mimarnos, diversificarnos y tomarnos tiempo para amarnos. Porque los orgasmos pueden ser solo bombas rápidas de placer y endorfinas producidas por un succionador en forma de pingüino, pueden ser un premio o un desahogo, pero también pueden ser espacios de auto-conocimiento y empoderamiento profundo. La masturbación consciente, con orgasmo o no, también es la oportunidad de dedicarse tiempo para acariciarse, para amarse, para conocerse, para sanar heridas. Puede ser la oportunidad para abrirse en canal y dejar fluir las emociones. La oportunidad de conectar con todas las partes de nuestro ser, de forma superficial y profunda. Una forma de empoderarnos, de expandirnos, de vivirnos. 

 

Autoria: Laura F. Daunas

 

*En la imagen sale el juego erótico-diverso de @voluptas