La corporalidad es sujeto de la representación y del imaginario social que hemos creado, entendiendo que toda intervención social, tanto de la esfera pública como privada, implica el cuerpo. Forma parte de nuestra identidad y sexualidad, no podemos hablar de atracción, deseo y sexo sin vincular a nuestros cuerpos en ello. Nuestros gustos y deseos están condicionados por el imaginario de la erótica ya construido, Foucault decía ¿En base a qué decide la persona sentir deseo por esto o por aquello? No es casualidad que nuestros deseos se vean orientados hacia la hegemonía corporal, es decir, hacia esos cuerpos que se corresponden más con los cánones de belleza establecidos, que aunque estos van cambiando con el paso del tiempo, siguen respondiendo a un sistema que quiere mantener su mirada cisheteropatriarcal, eurocentrista y capitalista.
La blanquitud, la delgadez, la juventud y otras características físicas y estéticas son las que predominan frente a las demás, a consecuencia se genera un sistema de discriminación por razón de aspecto. La gordofobia, la transfobia, el racismo y el capacitismo son opresiones que pasan por el eje de la discriminación corporal, además, la presión estética se comprende como un tipo de violencia sexista que afecta principalmente a las mujeres y disidencias de género.
Por tanto, podemos decir que la violencia estética y corporal están integradas en cómo entendemos y construimos nuestras sexualidades. Entonces, ¿Qué pasa cuando nuestra identidad corporal no entra en la norma del deseo? ¿Cuándo nuestro cuerpo no ha sido representado en la erótica? ¿Soy deseable? ¿Y deseante? ¿Desde dónde se construye mi sexualidad? ¿Y mi identidad?
La gordofobia es el rechazo social y la violencia ejercida hacia las personas gordas por el único motivo de ser gordas, a su vez, también es la aversión hacia la gordura, el miedo a engordar también viene de la propia gordofobia. Es importante entender que esta opresión discrimina a cualquier persona con corporalidad gorda, no obstante, hay que tener en cuenta la interseccionalidad y ser conscientes que hay identidades gordas que están más expuestas a recibir violencia que otras, el hecho de ser mujer y/o disidente de género puede ser un motivo para estar más expuesta a recibir gordofobia por la violencia estética.

Para comprender las vivencias de las personas gordas con su cuerpo y sexualidad, es interesante echar un vistazo a la representación que han tenido nuestros cuerpos en los medios de comunicación, ya que gran parte de cómo se nos plantea la erótica se construye a base de la representación que vemos. En las series, televisión, películas y dibujos animados que consumimos desde la infancia, la mayoría de veces, las personas gordas se han presentado como malas, feas y sin deseo y, por lo tanto, sin erótica. Tampoco encontramos muchos referentes positivos con un deseo saludable con perspectiva de género en cuanto a artistas, personas reconocidas, famosas o públicas se refiere. Por lo que, las personas gordas hemos crecido sin tener apenas referentes positivos a los que poder acogernos a la hora de crear nuestra propia identidad y deseo, muchas veces se enfoca este deseo a querer cambiar el cuerpo, con la falsa creencia de que al tener un cuerpo delgado podremos empezar a disfrutar, porque nos han enseñado que el éxito social está marcado por tu grado de belleza según los cánones.
La erótica está asociada al deseo, puesto que cuando cada persona expresa lo que es y lo que siente entra el factor de sentir deseo, desear y ser deseable. Ambos conceptos van unidos al cuerpo y a la percepción que se tiene de él, aun así se deben entender por separado porque el deseo puede existir sin erótica y la erótica no hace falta que dé lugar a deseo. Es cierto que hay un imaginario social colectivo sobre cómo se entiende la erótica, influyendo esta en nuestros gustos y deseos, pero esto no quiere decir que el deseo y la erótica no puedan cambiar según el cuerpo en el que se encuentre, de hecho es así, por lo que se nos abre la posibilidad de crear una construcción del deseo y de la erótica más diversa. Cuando nos planteamos la erótica, debemos empezar a concebir la idea de que no hay nada estático ni universal que la pueda definir, que podemos repensarla desde dónde habitamos y de cómo expresamos todo lo que sentimos y somos, cuestionarnos nuestros privilegios, nuestros gustos. ¿Por qué creo que no soy deseable? ¿Por qué me gusta aquello y no lo otro? ¿He sentido deseo hacia lo no normativo? ¿He reprimido mis deseos por vergüenza social?
Al estigmatizar al cuerpo gordo y despojarlo de ser sujeto de deseo ha generado que haya un gran desconocimiento sobre nuestra corporalidad, especialmente con la de las mujeres y disidencias, donde el machismo y la gordofobia pasan a estar en conjunción produciendo no solo desconocimiento por parte de la sociedad, sino que nosotres mismes hayamos sufrido inaccesibilidad a nuestro propio cuerpo, a nuestra salud sexual y a nuestros placeres.
Por otro lado, hay una gran falta de educación sexual y de espacios para poder experimentar y conocer el propio cuerpo, al añadirle la gordura, el imaginario del deseo y de la erótica en las disidencias gordas, se hace difícil poder identificarlo. Al existir una hegemonía corporal y de estereotipos de género, que intentan generalizar la forma de ser de las personas, esta también lleva implícita una normativa social de estética y belleza, variando sus exigencias en función del género, haciendo que haya una presión más violenta hacia el cuerpo y la imagen de las mujeres y las disidencias de género respecto a los hombres. A raíz de esta norma social, se origina la erótica, formando un estándar que dicta qué cuerpos son los deseables y cuáles no. Por lo que, las personas gordas no entramos dentro de dicho imaginario erótico-social, puesto que la corporalidad gorda no es percibida como erótica.
El creer que el cuerpo gordo no tiene la capacidad de sentirse erótico, puede generar cierta vulnerabilidad a la persona, ponerla en un rol de víctima, de sentir culpa, ausencia de herramientas para poner límites, problemas para comunicar deseos o desacuerdos, etcétera. Llevando a tener dificultades para poder establecer vínculos sexoafectivos, pudiendo establecerse con más facilidad relaciones desde el rol de la pasividad y de riesgo sin poder transmitir sus propios deseos. Es decir, la gordofobia también es un factor de riesgo a poder sufrir relaciones abusivas.
Respecto a la sexualidad y las relaciones, otra de las consecuencias de la gordofobia es la fetichización hacia las personas gordas o hacia la gordura, arrebatándoles el poder de agencia y limitándolas a objetos de deseo en vez de sujetos. Las personas gordas nos encontramos en los márgenes sin cabida para poder sentirnos deseadas o nos convertimos en un fetiche, donde somos deseadas pero solo como objetos, y en la gran mayoría de veces, relegadas a la privacidad, al secretismo y al morbo oculto.
Toda la violencia estructural hacia los cuerpos gordos, nos genera estragos en cómo nos autopercibimos y en cómo construimos tanto nuestra identidad como sexualidad, nos posiciona en una situación de vulnerabilidad, pero es importante recordar que desde la propia vulnerabilidad podemos empezar a construir nuevos imaginarios que partan de la ternura y de una conciencia colectiva que comprenda la diversidad de realidades y cuerpos.
Las personas gordas tenemos que trabajar para crear nuestro propio imaginario del deseo y de la erótica, replantearnos la identidad partiendo de cero, sin referentes y cuestionando el deseo que tanto influye en nuestras identidades y sexualidades.
Sufriendo a su vez el estigma y la violencia social que recae sobre nuestros cuerpos, por lo que es crucial que no solo las disidencias corporales nos cuestionemos el imaginario social de la erótica, sino que lo hagamos todes. Las cuestiones del cuerpo, de la sexualidad y del amor propio son una responsabilidad colectiva, no individual.
Nuestros cuerpos son espacios de resistencia y hogar, nuestras vulnerabilidades pueden ser el punto de partida para construir imaginarios que sean más amables con nosotres mismes y con el resto, permitirnos cuestionarnos desde dónde habitamos. ¿Puedo abrirme a nuevas realidades? ¿Por qué limito mi sexualidad a la norma? ¿Sé lo que me gusta realmente? ¿Me siento deseable? ¿Cómo son mis patrones de deseo? A partir de aquí, podremos empezar a construir de una forma un poco más libre nuestros propios imaginarios de la erótica y del deseo.
*Fotografía realizada por Lomo (@lomolesto)
Autoría por: Tess Hache