SEXus SEXus

(SALUD MENTAL, TRAUMA Y SEXUALIDADES DISIDENTES)

 

 

Soy un cóctel molotov de diagnósticos psiquiátricos hechos en menos de veinte minutos por psiquiatras que me acababan de conocer. Exploto y lo quemo todo de vez en cuando, aunque necesito recordar que solo entre un 9% y un 10% de personas psiquiatrizadas somos violentas. Solemos ser quienes recibimos violencia, no quienes la ejercemos. En las noticias, a menudo se hace referencia a la falta de “antecedentes psiquiátricos” del hombre que ha asesinado a su pareja. Dejemos esto atrás, no la ha matado porque “estaba loco”, la ha matado porque vivimos en un sistema machista, donde el asesinato es solo la punta del iceberg de todas las violencias que atraviesan los cuerpos feminizados. Incluso entre compañeres de izquierdas, cuando alguien vive violencia policial, se tarda poco en decir “Es que son unos psicópatas”. No hace tanto que ha pasado Halloween, y los escape rooms y películas se han llenado de prejuicios y discursos cuerdistas donde “los locos” somos utilizados para generar miedo. Miedo no damos nosotres, miedo da la violencia psiquiátrica: sobremedicación, contenciones mecánicas, ingresos involuntarios, aislamiento, médicos forenses y jueces retirándonos nuestra capacidad de decidir (¿recordáis el #FreeBritney? No es un caso aislado, es la realidad de muches de nosotres). ¡He visto incluso gente poniéndose camisas de fuerza para disfrazarse! Algo que claramente no harían si alguna vez hubiesen estado inmovilizades en contra de su voluntad.

Les loques, les racializades, les gordes… no somos un disfraz, ni una broma, ni algo de quita y pon para “pasar un buen rato”.

Volviendo al tema de mis diagnósticos, los que siento que me representan, todos tienen como origen el trauma complejo (al menos en mi caso y en el de muches de mis compañeres que viven con sufrimiento psíquico). En la infancia, aprendemos a relacionarnos con nosotres mismes y con el resto. Si no se dan las condiciones para un buen crecimiento, si tenemos familias ausentes, abusivas… es mucho más difícil aprender a querernos y a poner límites, por lo que, más tarde, podemos acabar recibiendo agresiones sin saber defendernos, así como desarrollando una mala autoestima. Así pues, a mis traumas ocasionados de peque, se le suma el bullying que recibí de adolescente por no tener un físico normativo y por ser visiblemente bollera. Y luego, las agresiones sexuales. Es un poco como cuando tienes una herida y te van dando golpes ahí, pero en este caso, la herida es cada vez más grande y está más infectada. Trabajar en ella duele, porque hay que abrirla y sacar lo que hay dentro, pero es necesario. 

¿Cómo iba a tener sexo tranquilamente con esta mochila? Sin sentir que podía decir “no”, con miedo a que volviesen a abusar de mí, con mis movidas con el abandono, sin sentirme atractiva y, además, sin referentes.

Por suerte, cada vez contamos con más lesbianas y bisexuales visibles en la cultura (no las suficientes si tenemos en cuenta el intencional borrado histórico), pero entre las mujeres cishetero metiéndose los dedos con esas uñas tan largas en el porno mainstream (recordemos que la educación sexual no es responsabilidad de les trabajadores sexuales, que lo que nos molesta del porno es lo que nos molesta de la sociedad y del resto de producciones culturales), la escena de sexo en “La Vida de Adèle” (rodada también por un señoro) donde las actrices se sintieron incómodas, la hipersexualización de nuestras relaciones y la visión de que somos objetos de consumo, la vinculación del sexo al amor romántico que se nos sigue inculcando a las personas asignadas mujer al nacer, las pelis de amor entre chicas donde todo acaba fatal, el miedo a incomodar como lo han hecho con nosotras antes… ¡como pa que no nos cueste decirnos “Oye, que si te apetece que follemos”!

 

Anita Doinel, una ilustradora maravillosa que habla de sexualidad, género y salud mental en primera persona, cuenta que después de una agresión podemos comportarnos de forma hipersexual o cerrarnos. Supongo que puede haber más formas de intentar gestionarlo, pero conozco estas de primera mano. ¿Y qué creo que puede acompañarme en este camino de recuperación de mi corporalidad y empoderamiento? Además del trabajo que hago conmigo misma y en terapia, expandir entre todes la cultura del consentimiento y hacerla bandera en todos nuestros espacios. 

 

Como escribí en mi poema Sex Life After Rape:

“Qué ganas tengo

de poderme tocar el cuerpo sin disociar,

de que puedas tocarme

donde nos apetezca

sin que cada parte de mí

se cierre.

Temblar de placer,

sola o contigo,

pero

nunca

más

de miedo”.

Autoría: Enira (IG: @enirapoesia)

Ilustración: Anita Doinel (IG: @anitadoinel)