¿Cuerpos modelo o moldeando cuerpos?
Con solo ver revistas, publicidades, programas de TV, películas, publicaciones en redes sociales, es posible percibir la convergencia de un solo tipo de cuerpo que se erige como modelo de lo bello. Se trata de cuerpos atravesados por un ideal de belleza organizado en torno a un criterio de delgadez extrema y una juventud enaltecida, que marca el horizonte al que tenemos que apuntar para no quedar excluidas del mercado del deseo.
Al crear un cuerpo modelo se homogeneiza una imagen corporal que se erige como normativa, como medida de lo deseable, organizadora de sentidos y prácticas en torno a la vivencia del propio cuerpo y también de otres. Los cuerpos humanos son cuerpos complejos, llenos de posibilidades que la sociedad se encarga de dominar y condicionar, de marcar unos comportamientos en el ámbito público y también en nuestra intimidad. Así, se reducen todas las posibilidades que podría tener.
De esta forma, prolifera toda una industria destinada a reducir la brecha entre el cuerpo real e ideal, que no responde solo a exigencias estéticas, sino que operan como inversiones socioculturales. Los cuerpos funcionan como credenciales, dan permisos en determinados espacios, son símbolo del éxito social, y condicionan los procesos de aceptación y pertenencia y , obviamente, en sus antípodas encontramos las jerarquías, desigualdades y opresiones.

Este paradigma hegemónico que promueve la delgadez, entre otros cánones corporales, como sinónimo de belleza y salud, lo hace desde lo simbólico, se disfraza con retóricas que pronuncian en nombre de la racionalidad, los cuidados y, por otra parte, sanciona los “desvíos”. Por ejemplo, desde la auténtica y desinteresada preocupación por la salud, ya que al parecer la delgadez ayuda a tener cuerpos saludables. No importa si vivimos saludables, sino si tenemos cuerpos que aparentan salud. Paradójicamente, cada vez hay más datos que evidencian la íntima relación entre los trastornos de la conducta alimentaria, la autopercepción y autovaloración del cuerpo, el ideal de delgadez imperante y otros factores de carácter sociocultural.
El cuerpo de las mujeres cis como sujeto político y como objeto cosificado por el modelo hegemónico y patriarcal, siempre es cuestionado. El cuerpo es nuestro, y hagamos lo que hagamos, nos depilemos o no, nos maquillemos o no, nos mostremos activas sexualmente o no.
El cuerpo siempre ha sido un campo de batalla, ha estado colonizado. Es el primer territorio que hemos de reapropiarnos para luego poder manifestarnos, expresarnos y legitimarnos en otros ámbitos. Siempre ha sido un elemento de discusión y de prejuicio de otres. Tenemos el derecho a habitarnos, disfrutarnos, y cuidarnos. Somos la mejor expresión de protesta contra todas las opresiones que hemos vivido y continuamos viviendo.
Hablamos de nuestros cuerpos, de nuestra capacidad reproductiva, de nuestros genitales, de nuestros deseos y expectativas. Sin embargo, hemos de tener presente que no podemos reducir lo que es o no es ser una mujer a su cuerpo, en función de si tiene o no vagina. Es por esto, que parto de una visión que acoja y abrace todas las diversidades, y así evitar una visión esencialista y revalorizar a las mujeres como sujetos integrales.
Ser mujer no es una realidad absoluta, es una construcción, no es un destino, sino que es un devenir, un camino, un viaje. Es una construcción histórica y política, el debate público tiene valorar estas realidades, por el simple motivo de reconocer las vidas que existen.
Autoría: Aldana Menéndez