Artículo por: Laura F. Daunas.
¿Y que será de las relaciones no monógamas en confinamiento? ¿Qué será de aquellos amores fugaces de una noche? ¿Qué será de todas esas disidencias que habitan fuera de la norma?
Estos tiempos de confinamiento nos hacen pensar en las grietas que muchas habitamos, en esas relaciones no normativas que en estos momentos se han quedado sin aire, sin espacio. Pensamos en amores de una noche, en encuentros espontáneos, en sexo en grupo, en familias poliamorosas y no normativas, en putas, en cariños esporádicos, en afectos diversos. ¿Dónde quedan ahora todas esas relaciones? El confinamiento, las políticas restrictivas sacan a la superficie con más fuerza que nunca qué comportamientos y actitudes son válidas y cuáles no, cuáles son castigadas y cuáles tienen espacio para vivir, a disponer.
Toda esta situación nos lleva a revisar la diversidad de relaciones que vivimos, en las posibilidades que aparentemente teníamos. Nos hacen cuestionar la norma, las relaciones permitidas, las relaciones de las que podemos hablar. Todas las políticas giran entorno a la salud, a los contagios, al miedo. Y nosotras seguimos incómodas, hay algo que falla, que nos falla, hay algo que nos está oprimiendo. Hay algo de lo que no se habla, algo muy sutil, que nos penetra cada uno de nuestros poros, se está colando en los discursos que nos están imponiendo sin posibilidad de reflexión, de cuestionamiento. De nuevo, ponemos el foco en todas esas disidencias, que poco a poco habíamos conseguido ocupar un espacio público, más o menos visible, más o menos permitido, en el que teníamos la posibilidad de ser, de expandirnos, de expresar nuestros deseos libremente, de colectivizar nuestras emociones. Pero, de repente, la sociedad se vuelve pequeña, se vuelve juzgante, amarga y limitante. Miramos a nuestro alrededor, a nuestras amigas, compañeras, a nuestras amantes que habitan a kilómetros de distancia.

¿Dónde han quedado nuestros derechos?¿En qué cárceles nos han metido? Vemos cómo las personas que viven vidas normativas tienen el espacio para ser, para habitar, aunque no con pocas dificultades, pero sí posibles. El tiempo y el espacio se ha visto reducido y limitado a los significados heteronormativos y nucleares que antaño devenían validados pero que hoy en día habíamos conseguido ampliar, cuestionar, ocupar.
¿Qué hacemos con nuestras relaciones abiertas? ¿Qué hacemos con nuestros amores prohibidos? ¿Qué hacemos si nuestro núcleo de convivencia no son nuestras relaciones afectivas? Nos encontramos bloqueadas, sin querer, en un espacio que invalida nuestras formas de deseo, nuestras formas de relación.
¿Nos saltamos las normas? ¿Dejamos fluir nuestro deseo por encima de la responsabilidad colectiva? ¿De la salud pública? Muchas personas nos encontramos en un margen confuso, delicado y coartado de derechos. ¿Y si nos pillan? Sesiones de chemsex, sexo de una noche conseguido por una app o madres que no ven a sus hijas porque tienes 3 madres y ahora dicen que sólo la que habita con ellas es válida. Las disidencias devienen más vulnerabilizadas, que no vulnerables ante esta situación de pandemia. Quien se encontraba fuera de la norma, en estos días aún siente más juicio, más estigma y más discriminación.
Durante la pandemia nos transmiten infinidad de mensajes pero, al final, nos topamos con los privilegios, con todas esas intersecciones que siguen oprimiendo y otras que siguen en la cresta de la ola. Nos preguntamos qué repercusión tendrá todo esto en los significados construidos. En los espacios que hemos ocupado desde hace años y que ahora se han quedado sin oxígeno. Nos preguntamos qué pasa cuando las únicas que no podemos disfrutar de nuestros deseos somos las poliamorosas, las que tenemos muchas amantes, las que disfrutamos del deseo en un baño de un bar a medianoche o las que tenemos amores lejanos o que están por devenir.
Nos preguntamos cómo habitar este mundo con el distanciamiento social impuesto, si son nuestras redes afectivas, nuestras amigas, nuestra familia elegida la salvación de nuestros infiernos. Hemos aprendido a resguardarnos entre besos y abrazos, a cobijarnos en espacios colectivos para sanar y coger fuerzas, para seguir hacia adelante.
Nuestros deseos no se frenan, nuestros amores no desaparecen…Nos dicen que tenemos que seguir la norma, esa norma que han impuesto los mismos que nos quitaron nuestros derechos. ¿Dónde quedan o quedarán las grietas habitables? ¿Tendremos que volver a derribar muros?