Renombrar partes del coño ocupadas por hombres europeos
Cuando se habla de patriarcado, se hace referencia a un sistema estructural y transversal presente en todos los ámbitos. En la vida cotidiana hay un sesgo de género en las tiendas de ropa, en los paneles de anuncios, en los libros de texto de las escuelas e institutos, en los museos, etc. El lenguaje es el gran olvidado cuando hablamos de sesgos, y es precisamente donde más persistente se mantienen. En él se puede ver claramente la presencia del machismo y racismo, así como el capacitismo, la gordofobia y el binarismo de género colonial, entre otras, y es donde considero más radical y trascendental hacer la revisión y el autocuestionamiento.
De este modo, no es desbaratado pensar que la huella machista y colonial está presente en diferentes ciencias como la historia, la psicología o la tecnología. Entonces preguntémonos: ¿nos debería sorprender que nuestros coños también lo estén?
Por si lo poníais en duda, ¡la medicina no se salva! El sistema patriarcal impone el desconocimiento de nuestros cuerpos, especialmente en los genitales. Pese a que es innegable que la medicina occidental ha avanzado mucho tanto en metodología como en la búsqueda de curas, es cierto que estas están sesgadas por los saberes de hombres cisheterosexuales y blancos. Delante esta premisa podríamos debatir sobre si el fin justifica los medios, pero los Derechos Humanos no se cuestionan, y defender o alegar la experimentación colonial de los cuerpos atenta contra estos. La perspectiva feminista interseccional apuesta por resignificar aquello que se ha nombrado con la presencia de hombres colonizadores y explotadores. En este caso, la presencia de nombres de hombres en las partes anatómicas de nuestros coños. Desde los movimientos feministas antirracistas, se destacan dos corrientes que apuestan por renombrar estas estructuras. Aquí podemos destacar el proyecto autogestionado “Anarchagrand”, de la artista y performer Klau Chiche; o el monumento “Las madres de la ginecología” de Michelle Browder, artista y activista, en marco del proyecto More Up Campus. Y os preguntaréis, ¿qué huella machista y colonial hay en nuestros coños? ¡Hablemos de ello!

Centrándonos en los órganos internos, las trompas uterinas son dos conductos de unos 10-15 centímetros de longitud que conectan los dos ovarios con el útero y se encargan de transportar el óvulo. Además, en las trompas es dónde se produce la fecundación. Estas suelen ser nombradas como “trompas de Falopio” en memoria de Gabriele Fallopio (1523-1562), un anatomista y cirujano italiano a quién se le atribuye el conocimiento de la estructura del órgano auditivo y de los ojos, y la creación del primer preservativo externo. La propuesta feminista para sustituir “trompas de Falopio” por un nombre o concepto respetuoso con nuestros cuerpos es “trompas uterinas”; haciendo referencia íntegramente a su función y ubicación.
De cara a los órganos externos encontramos las nombradas “glándulas de Skene” y las “glándulas de Bartolino”. Las primeras se ubican en el vestíbulo de la vagina, alrededor de la uretra, y expulsan un líquido transparente que puede sucederse durante el orgasmo o no. Estas reciben su nombre de Alexander Skene (1837-1900), ginecólogo escocés, discípulo del considerado por la historia de la medicina occidental como “el padre de la ginecología moderna”, J. Marion Sims. En el caso de las “glándulas de Bartolino”, se nombran así por Casper Bartolino (1655-1738), médico y filósofo danés. A él se le atribuye el nombre de las glándulas que se encuentran en la entrada de la vagina para mantenerla húmeda a través de un líquido mucoso para lubricar el aparato genital durante la excitación.

En el caso de Sims y Skene, practicaron operaciones sin anestesia y bajo coacción al menos a 11 esclavas negras, de las cuales solo han llegado los nombres de tres de ellas: Lucy, Betsy y Anarcha. Estas fueron recluidas entre 1845 y 1850 en su “hospital”, instalado en el jardín de su casa, y fueron obligadas a someterse a innumerables vivisecciones sin ningún tipo de analgésico. En el caso de Anarcha, se sabe que sufrió hasta 30 cirugías experimentales sin anestesia. Las tres simbolizan la reapropiación de los cuerpos históricamente negados: racializados, con vulva, menstruantes, intersex*, gordos, etc. Los movimientos feministas antirracistas apuestan por cambiar la denominación de estas estructuras anatómicas de “glándulas de Skene” a glándulas parauretrales, glándulas eyaculadoras o glándulas de Anarcha, y las “glándulas de Bartolino” sustituirlas por glándulas vestibulares, glándulas lubricantes o glándulas de Lucy y Betsy. Además, Alexander Skene también viviseccionó a mujeres irlandesas que huían de la hambruna durante el siglo XIX y migraron a Islandia y otros países nórdicos contra su voluntad con la misión de poblar el territorio.
En los tres casos de los considerados por occidente como profesionales de la medicina, los denominadores comunes son ser hombres, blancos, vivir en el norte global, practicar la medicina occidental, realizar numerosas disecciones a cadáveres humanos y estar acusados de practicar numerosas vivisecciones a mujeres negras, esclavas, migradas y/o pobres para completar sus estudios anatómicos.
Delante este mapa genital del coño con presencia masculina, podríamos cuestionarnos también los orígenes de las palabras “clítoris”, el cual se cree que proviene del griego “kleíein” que quiere decir “guardado bajo llave”; o “vagina”, que surge del latín “vaina”. A su vez, os invito a buscar información también sobre el origen de la palabra “himen” y el concepto “histeria”, así como el inicio de la obstetricia con Hunter y Smellie, acusados de matar hasta una treintena de mujeres a finales del siglo XIII en Reino Unido con el objetivo de diseccionar sus úteros para conocerlos anatómicamente.
Así pues, motivo a abrir las mentes y a reflexionar sobre los orígenes de las palabras, conceptos o estructuras anatómicas de los coños, en este caso. No es casualidad que tengan una huella patriarcal detrás de ellas. Como sociedad, nos animo a descolonizar nuestros coños, nuestros saberes y conocimientos de hombres cisheterosexuales y blancos que han utilizado nuestros cuerpos como territorios de conquista. Solamente resignificando los conceptos conseguiremos una genealogía feminista antirracista y una lectura de la historia respetuosa y justa para todes.
Por: Enya Belsué Comas
Ilustración:Enya Belsué Comas