
Paseo a lo largo de una pasillo de un centro educativo antes de entrar a hacer un taller sobre roles y estereotipos de género con alumnado de 1º de primaria. Observo las mochilas colgadas en las perchas y, ¡sorpresa! en la mayoría de las perchas de los niños de la clase las mochilas son de superhéroes, de temáticas de acción y colores azules y rojos y, en cambio, en las perchas de las niñas de la clase son de temática de princesas y hadas y de colores rosas y violetas.
Alguien dirá: -Eso no quiere decir que sea machista, ¡las han escogido porque les gustan!
Realmente esta elección, sospechosamente tan segregada por género, ¿es fruto de un proceso de elección personal libre o es el resultado de una clara socialización diferencial de género patriarcal? Yo me inclino por la segunda. Una escena tan naturalizada y cotidiana como las mochilas que las criaturas llevan para ir a la escuela nos aporta muchísima información sobre cómo estamos en materia de igualdad.
En sí misma, una mochila de superhéroes o una de princesas no tiene ningún problema, la cuestión es: ¿porqué hay esta segregación de género a la hora de escogerla? Pues, porque seguimos en una sociedad heteropatriarcal donde hay una socialización diferencial de género muy potente.
Ahora que el discurso feminista es «mainstream» (hecho muy positivo y que es fruto de la lucha de las generaciones que nos preceden, aquí y en todo el mundo) y que se encuentra en boca de todxs debemos trabajar para que vayamos a la raíz y profundidad de este sistema de opresiones estructurales y que no nos quedemos en la superficialidad del discurso. Está muy bien decir: yo pienso que todxs somos iguales y trato a todxs por igual pero pasar del discurso a generar acciones cotidianas que gesten cambios transformadores y radicales (desde la raíz) no es tan sencillo. Una muestra clara, este pasillo escolar.
Y pues ¿qué mejor que la educación, una de las herramientas de transformación social más potentes que tenemos, para hacerlo posible? El paradigma coeducativo no es nuevo y las generaciones de feministas que nos preceden han hecho muchísimo trabajo en este ámbito.
Incluso tenemos unas leyes que especifican que la mirada coeducativa debe ser uno de los principios rectores del sistema educativo (en todas sus etapas y espacios educativos). ¿¡Fuerte eh?! Pero no se puede empezar la casa por el tejado. Coeducar no significa hacer un mural de mujeres el 8 de Marzo y una actividad el 25 de Noviembre (sin desmerecer estas propuestas).
Coeducar significa tomar partido, individual y colectivo para detectar y transformar todos aquellos sistemas de opresiones que atraviesan el mundo en que vivimos. Quiere decir, identificar, reconocer, visibilizar y querer transformar los diversos ejes de opresiones que nos habitan: las LGTBIfòbias, la gordofobia, el machismo, racismo, capacitismo, antigitanismo, clasismo…
No es sentarse niños y niñas en la misma aula (esto sucede en la escuela mixta) y decirles que son iguales. En primer lugar, porque somos diversas, en segundo lugar, porque no es verdad que tengamos los mismos derechos y que nos atraviesen las mismas vivencias y, en tercero, porque esto no basta para transformar(nos).
Y a grandes rasgos ¿qué significa trabajar desde una mirada coeducativa?
-Promover la igualdad detectando, cuestionando y transformando explícitamente roles y estereotipos de género, las sanciones de género, dinámicas discriminatorias, prejuicios y creencias machistas, racistas, capacitistas, LGTBIfóbicas etc. No dejar pasar ni media.
-Acompañar el desarrollo integral de la persona, facilitando el desarrollo de todo su potencial humano.
-Acompañar el desarrollo de la identidad de género así como de la orientación sexual de manera amplia y diversa, con referentes de diversidad lejos de creencias cisheteropatriarcales.
-Acompañar el desarrollo sexo-afectivo desde una mirada integral, de derechos y feminista.
-Reconocer y poner en valor las diversidades. Trabajando para que lo natural sea la diversidad, cuestionando el concepto de «normal» / «normativo».
-Enseñar a vivir en igualdad: trabajando la corresponsabilidad en las tareas cotidianas y los cuidados, siendo conscientes de que somos interdependientes.
-Revisar los materiales educativos: libros, juegos, vídeos, dosieres, ¿las imágenes de los materiales, películas que usamos, transmiten los imaginarios igualitarios, de diversidad y justos que queremos ver en el mundo?
– Transformar el modelo educativo eurocéntrico y androcéntrico vigente: visibilizando e incluyendo las aportaciones en todos los ámbitos de conocimiento de las mujeres, la comunidad LGTBI+, las personas racializadas, el pueblo gitano y los sures globales, entre otros.
-Aprender a usar un lenguaje inclusivo que no discrimine a nadie.
– Poner en el centro la cultura de la paz y la educación emocional, haciendo que sean un principio rector de nuestros espacios educativos.
Y para que todo esto sea posible es necesario revisarse y formarse. El personal docente, educadorxs, familias, monitorxs y todas las agentes educativas nos hemos educado en una sociedad heteropatriarcal, racista, clasista, capacitista, LGTBIfóbica, etc. Esta es nuestra mochila. Para poder coeducar antes que nada necesitamos revisarnos, revisar esta mochila para poder responsabilizarnos y cambiar la mirada, para poder acompañar desde otro lugar, de forma coeducativa. No desde la culpa, sino desde la responsabilidad y el entusiasmo de que podemos construir colectivamente otros mundos más vivibles.
Para que esto sea posible necesitamos acompañamiento y formación, empezar la casa por los cimientos, por las raíces. Empezar a construir radicalmente nuevas casas.
Artículo por: Bet Canal