No sé si soy bisexual. No sé si necesito saberlo. Como dice le activista bi y genderfluid Hipogrifa, “no necesitamos entendernos para existir”. Las etiquetas son una herramienta poderosa para ver que no estamos soles, que no somos “bichos raros”, sobre todo en una sociedad que nos quiere hacer encajar a todes en la norma (en este caso que seamos cisgénero, alosexuales, hetero…). Salirse de esta normatividad, en nuestro colectivo, pero también con el resto de opresiones, conlleva represalias a nivel social, así que es subversivo acogerse a la disidencia y definirse con ella (gorde, disca, marika, negre…).
Por otra parte, creo que en algunos casos etiquetarse (y la presión por hacerlo) también puede llegar a agobiar, así como a no representar del todo la complejidad de nuestra diversidad. Hace poco una amiga me hablaba de su sensación de no sentirse lo “suficientemente marroquí” ni lo “suficientemente española” y de navegar en una especie de limbo. Creo que me pasa algo similar con mi género. A menudo me siento un fraude, como si no fuese trans* “de verdad”, pero cis tampoco.
De modo que estoy a favor de que cada une se gestione las etiquetas como quiera, pueda y se sienta cómode. Pero, ante todo, que hagamos algo por incluir en todos nuestros espacios a las personas que no encajamos en una casilla estática o en la definición exacta y “perfecta”. Pensar en ti misme como alguien que no es suficiente, es una sensación horrible, la verdad.
Llevaba gran parte de mi vida identificándome como mujer cis y lesbiana. Iba a decir que estaba “a gusto” así, pero tal vez no es la expresión más adecuada teniendo en cuenta la lesbofobia que vivimos. Intento pensar que, si he visto que mi género es fluido, mi sexualidad también puede serlo.
Que la sociedad occidental nos hace escoger entre una cajita u otra (aunque intenta imponernos “la buena” y “la correcta”) y quedarnos ahí toda la vida, cuando existe una gama infinita de posibilidades por las que podemos ir desplazándonos según nuestro momento vital, necesidades y deseos.
De lo que sí que estoy segura es de que hetero, no soy. Con tres años me arrodillé para pedirle matrimonio a una muñeca. Está grabado. Mi madre sabía que me gustaban las mujeres antes que yo. Mis compañeres de clase en primaria, por lo visto, también. Nadie nos había enseñado la palabra “lesbiana” (menos aún “bisexual”), pero ya me habían llamado “gaya”.
Tampoco soy cis. Ahora mismo me identifico como persona de género fluido y uso los pronombres él y ella. Estoy abierto al cambio, pero creo que parte del motivo por el que he dicho “ahora mismo” es porque tengo interiorizado el discurso de que cualquier cosa que no responda a estándares binarios va a ser temporal.

Esto no viene de mí. La gente que pertenecemos al espectro no-binario, así como la gente plurisexual y plurirromántica (bi, pan, omni, poli…) recibimos presión desde fuera del colectivo, pero también desde dentro. A los chicos bi se les dice que son “gays en el armario” y a las chicas bi, que en realidad les gustan los hombres. Parece que sea imposible pensar que a alguien le pueda gustar una persona que no sea un tío cis, como señalan muches compañeres bisexuales.
Sobre la gente no binaria que se identifica como bi no se habla mucho… yo creo que son demasiados factores a tener en cuenta para un pensamiento tan dicotómico. Mis compañeres enebé y yo solemos escuchar comentarios parecidos por nuestra identidad de género “ya saldrás del armario como mujer/hombre trans”. También compartimos experiencias como que nos hayan dicho que “ya te acabarás decidiendo”, “es una fase”… puede ser “una fase” o no, pero cuando nos dicen eso, no están pensando precisamente en la fluidez de la afectividad, la sexualidad y el género, sino en que tenemos que elegir entre hetero u homo, cis o trans. Y la que más me inquieta: “es una moda”. Como dice Tigrillo, activista por los derechos de la comunidad LGBTIQA+, nadie querría por “moda” pertenecer a un colectivo marginalizado y recibir violencia.
Es por eso que, mientras pienso en mi sexualidad e intento no meterme prisa en encontrar una etiqueta, respetar y entender mis tiempos en la cultura del “ya” y el “ahora”, defiendo que, sea cual sea nuestra orientación sexual y romántica como personas enebé, sería necesario y político aliarnos con nuestres compañeres plurisexuales y plurirromántiques para luchar contra el binarismo, que tanta mella está haciendo en nuestras vidas. Ser agua entre roturas juntes. Hacer las grietas cada vez más grandes, hasta que el cemento deje de contenernos.
Autoría: Enira (IG: @enirapoesia).
Imagen: iStock.